21 de enero del 2018
Santiago 3:5-12
Un padre se
pone de pie en medio de la biblioteca de una escuela elementaría. Todos los
ojos están puestos en él. Todos los oídos están atentos mientras el comparte
las razón por la cual está orgullosa de su hija. Para los demás en el salón es
un padre más que comparte, para la niña están son palabras que nunca va a
olvidar. La lengua, lo que decimos, puede ser una fuente de gran bendición o de
gran maldición. Santiago nos urge que seamos cuidadosos con lo que decimos.
Nuestras palabras son importantes y no podemos decir cosas de amor por un lado
mientras decimos cosas destructivas por el otro. Una fuente no pueda dar agua
fresca y sucia a la misma vez.
Describe un
momento en tu vida donde las palabras de otra persona tuvieron un impacto
profundamente positivo o negativo en ti.
¿Cómo tu
lengua te ha metido en problemas en el pasado? Se especificó.
¿Por qué nos sorprende tanto el daño tan profundo que nuestras palabras
pueden tener en otros?
¿Cuál piensas es el punto principal de los versos 8-9?
Describe algún momento en tu vida donde has tratado de dar “agua fresca
y salada” a la misma. ¿Cuál fue el resultado?
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